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La siesta: Una vieja costumbre revalorizada

Entre las costumbres o hábitos de vida que la modernidad parece haber exterminado se encuentra la siesta, es decir, ese espacio de tiempo para un sueño o descanso reparador, luego del almuerzo o en las primeras horas de la tarde. Particularmente en las grandes ciudades y capitales del mundo, entre las 1 y las 4 pm la actividad comercial, financiera, y oficial parece alcanzar su máximo apogeo y con ello el quehacer febril de los habitantes de las grandes urbes.
Sólo en el interior de países de America o las zonas rurales del mundo aún se conserva esa práctica, e incluso los comercios cierran sus puertas en ese momento del día, permitiendo que empleados y clientes releguen la actividad de intercambio para horas más avanzadas de la tarde.

Afortunadamente también en las grandes ciudades, como aquellas hierbas silvestres que se empecinan en crecer entre las grietas de algún moderno edificio “inteligente”, la siesta parece estar recuperando su papel. Por lo menos así lo consideran algunas publicaciones como la recientemente efectuada en la revista médica The Journal of Applied Physiology. En ella se ha publicado un trabajo científico llevado a cabo por expertos de la Liverpool John Moores University (Reino Unido), que sostiene que dormir la siesta reduce la presión arterial.
El Dr. Grez Atkinson, líder del grupo de investigadores británicos afirma que es interesante el efecto observado cuando el paciente hipertenso se apresta al iniciar su sueño vespertino, efecto que no se registra cuando las personas descansan pero en la posición supina (erecta). Por su hallazgo, el Dr. Atkinson especula que esta podría ser la razón de la menor mortalidad por causa coronaria observada entre poblaciones de América Latina y del mediterráneo, donde el hábito de la siesta aún persiste.

La experiencia británica

Para arribar a estas conclusiones, los investigadores evaluaron la función cardiovascular (presión arterial, ritmo cardíaco y dilatación de los vasos sanguíneos) en voluntarios sanos, con un promedio de edad de 34 años, en diversas condiciones. Las condiciones evaluadas fueron: mantenerse una hora quieto, reclinarse una hora pero sin dormir, o acostarse y dormir. Durante las fases de sueño vespertino (pero no en las otras 2 situaciones) los científicos verificaron que todos los parámetros cardiovasculares se reducían significativamente, particularmente en los primeros momentos del inicio del sueño.

Reflexiones finales

Los resultados de los especialistas británicos parecen corroborar o dar sustento científico a quienes afirman que la vida en las ciudades más pequeñas o los pueblos del interior es más saludable que en las grandes urbes del planeta.
Por supuesto, quedan muchos interrogantes abiertos, dignos de ser investigados. Por ejemplo, qué sucede con los sujetos que duermen la siesta, si pertenecen además al grupo de quienes suelen levantarse temprano y efectuar actividad física más intensa durante la mañana, y, de ser así, si es este ejercicio matutino el que mayores beneficios aporta desde el punto de vista cardiovascular.
En el momento del inicio del año, en el que todos estamos más propensos a reflexionar y proponernos nuevas metas para ese nuevo ciclo, vale la pena tener en cuenta estos resultados y sobre las consecuencias de hábitos de vida más saludables.

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