Y en segundo lugar, porque se pensaba, o consideraba, que seguían la misma ruta. Todos los estudios anteriores llevaban a pensar que la sensación de dolor continuo y el comportamiento de evitar el dolor eran, en realidad, un único estímulo interpretado dos veces.
Conviene explicar qué es “dolor continuo”. Que no implica dolor crónico, o dolor permanente. La mejor manera de entenderlo es un ejemplo: cuando nos quemamos un dedo, el dolor permanece un tiempo después de que hayamos apartado el dedo de la llama. A eso nos referimos con dolor continuo. El comportamiento de evitar el dolor es el acto inconsciente que todos hacemos: llevarnos el dedo a la boca.
Saber que ambas vías son distintas y corren en paralelo tiene mucha más importancia de lo que podríamos pensar. Especialmente en el campo médico, y bastarán dos ejemplos para entenderlo. El primero es que muchos medicamentos contra el dolor comienzan siendo muy prometedores… hasta que alcanzan cierta fase clínica. Y a partir de cierto punto, dejan de ser funcionales y nunca llegan a convertirse en medicamentos.
El segundo ejemplo está relacionado, y tiene que ver con la epidemia de opiáceos que se puede observar en Estados Unidos principalmente – a Europa aún no ha llegado, o al menos no con la misma gravedad. Se emplean muchos opiáceos, que son medicamentos que generan adicción, ya que palían el dolor. Y no tenemos muchos más medicamentos que lo hagan.
Saber que el dolor que sentimos tiene dos vías nos ayudará a atajar los problemas vinculados a esta sensación de manera mucho más positiva, y con menos peligro.
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