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El origen del dolor

El dolor es bueno. O mejor dicho, el dolor es necesario para nuestra supervivencia como animales. Por una parte, nos enseña qué nos daña. Y por otra sirve para avisar a nuestro cuerpo de qué zonas están dañadas – qué tejidos han sido afectados – y qué hay que reparar. Lo curioso es que ambas informaciones, la del dolor y la de cómo evitar el dolor, siguen vías independientes, como se explica en un artículo reciente.



¿Por qué es curioso? Por dos motivos. En primer lugar, porque el tejido nervioso es “caro”. Es un tejido muy especializado, con un alto coste de generación y mantenimiento. En estas circunstancias, resulta sorprendente que las vías se dupliquen.

Y en segundo lugar, porque se pensaba, o consideraba, que seguían la misma ruta. Todos los estudios anteriores llevaban a pensar que la sensación de dolor continuo y el comportamiento de evitar el dolor eran, en realidad, un único estímulo interpretado dos veces.

Conviene explicar qué es “dolor continuo”. Que no implica dolor crónico, o dolor permanente. La mejor manera de entenderlo es un ejemplo: cuando nos quemamos un dedo, el dolor permanece un tiempo después de que hayamos apartado el dedo de la llama. A eso nos referimos con dolor continuo. El comportamiento de evitar el dolor es el acto inconsciente que todos hacemos: llevarnos el dedo a la boca.

Saber que ambas vías son distintas y corren en paralelo tiene mucha más importancia de lo que podríamos pensar. Especialmente en el campo médico, y bastarán dos ejemplos para entenderlo. El primero es que muchos medicamentos contra el dolor comienzan siendo muy prometedores… hasta que alcanzan cierta fase clínica. Y a partir de cierto punto, dejan de ser funcionales y nunca llegan a convertirse en medicamentos.

El segundo ejemplo está relacionado, y tiene que ver con la epidemia de opiáceos que se puede observar en Estados Unidos principalmente – a Europa aún no ha llegado, o al menos no con la misma gravedad. Se emplean muchos opiáceos, que son medicamentos que generan adicción, ya que palían el dolor. Y no tenemos muchos más medicamentos que lo hagan.

Saber que el dolor que sentimos tiene dos vías nos ayudará a atajar los problemas vinculados a esta sensación de manera mucho más positiva, y con menos peligro.

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