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Comer pescado al horno o a la parrilla una vez a la semana ayuda a proteger la salud cerebral

  • Bastantes personas acaban sufriendo algún tipo de demencia relacionada con el envejecimiento. 
Algunos estudios han pronosticado que los cambios de estilo de vida, tales como una reducción en las tasas de inactividad física, consumo de tabaco y obesidad, podrían llevar a una cantidad menor de casos de la enfermedad de Alzheimer y otros estados de deterioro cognitivo en personas de edad avanzada. 

El efecto antioxidante de los ácidos grasos omega-3, que se encuentran en grandes cantidades en el pescado (sobre todo el azul o graso), así como en ciertas semillas, aceites y frutos secos, ha sido también asociado a una mejor salud, y en particular a una mejor salud cerebral.

Una nueva investigación, llevada a cabo por el equipo de James T. Becker, de la Escuela de Medicina en la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos, Mario Riverol, de la Universidad de Navarra en Pamplona, España, Cyrus Raji (ahora en la Universidad de California en la ciudad estadounidense de Los Ángeles), y otros expertos, indica que los sujetos de estudio cuya dieta incluía al menos una vez por semana pescado horneado, o asado a la parrilla, pero no frito, tenían volúmenes cerebrales más grandes en regiones asociadas con la memoria y la cognición. 

Sin embargo, los investigadores no hallaron una relación entre los niveles de omega-3 y estos cambios cerebrales, lo que les sorprendió un poco. A juzgar por los resultados del estudio, comer pescado horneado o asado a la parrilla una vez a la semana es bueno para el cerebro, sin que importe mucho qué cantidad de ácidos grasos omega-3 contenga este.

La gente que comió pescado horneado o a la parrilla al menos una vez por semana tenían volúmenes más grandes de materia gris en áreas del cerebro responsables de la memoria (4,3 por ciento) y la cognición (14 por ciento) que aquella que no comía pescado regularmente. Pero no se encontró asociación alguna entre las diferencias cerebrales y los niveles de omega-3 en sangre. 

Esto sugiere que los factores relacionados con el estilo de vida, en este caso comer pescado, influyen más de lo creído en los cambios estructurales en el cerebro, mientras que los factores exclusivamente biológicos de cada persona tienen una influencia menor de lo pensado.

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