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«Aún sabemos muy poco del envejecimiento»

Myriam Gorospe lleva casi dos décadas como investigadora en los NIH (National Institutes of Health) norteamericanos, en particular, en el Instituto Nacional para el Envejecimiento (NIA) donde intenta comprender cómo la respuesta de nuestros genes a los estímulos va cambiando, a menudo a peor, mientras envejecemos. Gorospe estuvo en Madrid para participar en la conferencia plenaria L'Oréal-Unesco For Women in Science.


-¿Cuánto conocemos las bases moleculares del envejecimiento y cómo cambian mientras nos hacemos mayores?

-Sabemos bastante de la base celular y molecular del envejecimiento, pero todavía es muy poco, queda mucho por averiguar. Se conocen muchos genes que influyen en el envejecimiento en gusanos, moscas de la fruta o ratones. Nos han revelado que ciertos genes relacionados con la «vía de la insulina» están involucrados en la longevidad. En humanos, se estudia si es igual, pero va más despacio.

-Hace unos años, los investigadores pusieron grandes expectativas en la telomerasa como evaluación del envejecimiento saludable, ¿siguen vigentes?



-Creo que se ha calmado un poco el interés en la telomerasa. Es un componente fundamental del envejecimiento, y del cáncer, pero se admite que al envejecer, los telómeros se van acortando hasta un tamaño que es crítico. Es cuando la célula reconoce daño al ADN y deja de dividirse. Se habla entonces senescencia celular.

Myrian Gorospe
-¿Cómo está afectando la medicina personalizada al estudio del envejecimiento?

-Nosotros estudiamos cómo el ARN (ácido ribonucleico) influye en la expresión génica, que va deteriorándose con la edad. Cada persona tiene una regulación génica única. Hay patrones comunes pero tambiénelementos individuales incluso de un único tejido o un momento de la vida. Eso sí que podría individualizarse y estudiarse persona a persona, y sería relativamente fácil. Ante una enfermedad, estudiar el ARN sería una forma muy informativa de estudiar los procesos que están pasando.

-¿Qué tiene de prometedor ARN post-transcripcional, en el que centra su investigación?

-Hay varios tipos de ARN. El más conocido es el mensajero, que sirve como «plantilla» para sintetizar proteínas. Pero estos son una minoría. La inmensa mayoría, como 100 veces más, modulan la expresión de los ARN mensajeros. Y esa gran cantidad de ARN no codificantes se encarga de decidir dónde y cuándo se va a sintetizar el ARN que va a producir la proteína.

-¿Qué aplicaciones se vislumbran?

-Se podría tener un catálogo completo de todos los ARN que tiene una persona, o los que está produciendo un tejido que tiene una enfermedad o los que son necesarios para regenerar un nervio. Esto, en principio, es posible porque la secuencia es predecible. La información es inmediata, no requiere análisis tan sofisticados como una proteína.

-¿Cuáles son los nuevos retos?

-Lo que nosotros estamos viendo en nuestro laboratorio que tiene mucho futuro científico y clínico son los LNC-ARN (Long Non Coding ARN o No Codificantes Largos), es un área bastante nueva y fascinante. Estos ARN tan grandes sirven de andamios para muchos procesos, para atraer enzimas o proteínas. En el envejecimiento, donde nuestras mitocondrias dejan de funcionar bien, esos procesos requieren un coordinador que una las proteínas en el momento adecuado, y esto podría ser una clave.
El misterio de las células senescentes

«Con la edad se van acumulando en nuestros tejidos más y más células senescentes [que dejan de dividirse]. Este es un proceso muy importante que evita que haya cáncer prematuro, y desde ese punto de vista es beneficioso. Lo que produce esta senescencia celular es el acortamiento de los telómeros», explica la investigadora Myriam Gorospe, que admite que respecto a estas células «vetaranas» todavía hay muchos interrogantes abiertos: «Queda pendiente saber qué hacen esas células senescentes, por qué se quedan ahí y por qué no mueren. Están un poco latentes, no se dividen pero siguen secretando proteínas muy importantes para el envejecimiento en general o factores de inflamación que tienen repercusión para todo el organismo. Al envejecer, la cantidad basal de factores de inflamación va aumentando, y, aunque es un aumento pequeño, a la larga lleva a padecer patologías como la artritis o el cáncer».


Fuente: abc.es

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