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La actividad fisica y el corazon

Es un hecho bien conocido que el sedentarismo es uno de los factores de riesgo para padecer enfermedades cardiovasculares. Afortunadamente, se trata de un factor modificable, pues el aumento de la actividad física reduce significativamente el riesgo cardiovascular.

Existen varios mecanismos por los cuales el sedentarismo aumenta el riesgo cardiovascular: reduce el gasto de calorías contribuyendo a la obesidad, a la alteración de los niveles de lípidos en sangre y al aumento de la resistencia a la insulina (que puede determinar el desarrollo de diabetes). Por el contrario, el aumento de la actividad física disminuye la resistencia a la insulina, los triglicéridos y el colesterol LDL (colesterol malo), con aumento del colesterol HDL (colesterol bueno) y disminución del riesgo cardiovascular. Además, el ejercicio aeróbico en particular disminuye la frecuencia cardíaca y la presión arterial en reposo, lo que determina una reducción del trabajo del corazón.
Como es lógico, el nivel de actividad física deberá relacionarse con la capacidad de cada individuo, pues si bien el sedentarismo no es saludable tampoco lo es –y puede ser peligroso– realizar ejercicios por encima de las propias posibilidades. Será el médico quien indique el tipo de ejercicio, su intensidad, frecuencia y duración, de acuerdo con las preferencias del paciente, su edad y las eventuales patologías que presente.
Se ha comprobado fehacientemente que hay una relación inversa entre la actividad física y el primer infarto. Las poblaciones que realizan poca actividad física tienen expectativa de vida más corta en comparación con las más entrenadas.
La actividad física es una herramienta fundamental, accesible y económica que puede utilizarse tanto en cardiópatas como en la población general para mejorar y recuperar la capacidad física y preservar la salud cardiovascular. Esto es aplicable tanto en la prevención primaria (la que se realiza antes de diagnosticar una enfermedad) como en la prevención secundaria (la que debe ponerse en práctica después de haber sufrido un episodio, por ejemplo un infarto).
Algunas de las recomendaciones son:

* Caminar con paso ligero (unos 5 km/hora) durante 30-45 minutos
* Nadar durante 20 minutos.
* Andar en bicicleta a unos 16 km/hora durante 30 minutos.

Si no se dispone de tiempo para un plan de entrenamiento pueden realizarse pequeños cambios en la rutina diaria que impliquen mayor movimiento y alejen el sedentarismo, como ser estacionar el auto lejos del lugar al que se quiere ir, subir las escaleras en vez de utilizar el ascensor, caminar en lugar de usar el auto o el colectivo, elegir el camino más largo para llegar a un lugar determinado, ejercitarse mientras se ve la televisión, bailar mientras se realizan las tareas del hogar.

En síntesis, toda actividad que implique movimiento será más beneficiosa que la quietud.

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