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Vino tinto: Comprobaron sus bondades para la salud.


En el Congreso de Cardiología de Mendoza, muchos de los disertantes le dieron la razón a Pasteur, que dijo que “el vino es la más higiénica y sana de las bebidas”. Gran parte de los que se elaboran en el país actúan como antioxidantes. Beber 250 centímetros cúbicos por día es muy recomendable.


Cuando el químico francés Luis Pasteur sentenció que “el vino es la más higiénica y sana de las bebidas”, no estaba bromeando. Había iniciado una discusión sobre las características y bondades que tiene una de las bebidas alcohólicas más antiguas del mundo; haciendo pública una posición que muchos años después avalarían especialistas, científicos y cardió-logos de todo el mundo.

La denominada “paradoja francesa” es tal vez el punto de partida sobre el cual se fueron apoyando los distintos estudios e investigaciones, realizadas principalmente en Europa y después en América, especialmente en EEUU, Argentina, Brasil, Uruguay y Chile. Pero la historia es más larga. Hace décadas, en el marco de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se realizó un estudio en 46 países, de diversos hemisferios y culturas, según el cual en los que se consumían alimentos con mayor contenido de grasas, disminuía la expectativa de vida y crecían los problemas relacionados con el corazón.

Sin embargo, en Toulouse, Francia, no fue posible comprobar esta relación; hecho que se dio a conocer como la “gran paradoja francesa”. En este país se advirtió que a pesar de tener una dieta rica en grasas, las expectativas de vida seguían siendo muy altas. ¿La causa? Estudios posteriores establecieron que si bien la presencia de grasas en las comidas de la dieta mediterránea era importante, la ingesta moderada y regular de vino contrarrestaba los efectos nocivos en la salud.

Las investigaciones empezaron a confirmar los primeros enunciados: el vino aumentaba el colesterol bueno y tenía la capacidad de licuar la sangre, lo que dificultaba la formación de coágulos en las arterias. Más tarde, se estableció que los polifenoles de la bebida actuaban como antioxidantes, un proceso que la ciencia y la farmacología moderna han puesto muy en boga por estos días.

Los vinos argentinos, muy ricos en polifenoles que actúan como antioxidantes, son una clara evidencia de la unión de lo natural y lo placentero en pos de una mejor calidad de vida. En términos más científicos, el vino posee componentes que atenúan la acción de los lípidos plasmáticos (básicamente colesterol, HDL), fortalecen las plaquetas y ayudan a la mejor coagulación sanguínea. Todo ello funciona como un protector cardiovascular, absolutamente sano y natural, como decía Pasteur.

Congreso internacional

En el mundo de la ciencia, los congresos y encuentros entre especialistas de distintos países, son en el ámbito propicio para validar investigaciones y compartir experiencias. Argentina, precisamente Mendoza, fue la sede del último Congreso Internacional de Cardiología, que congregó a las eminencias más importantes del mundo en esta disciplina. Y, como no podía ser de otro modo, por ser esta provincia anfitriona la cuna de la vitivinicultura argentina, el tema del vino y la salud fue uno de los principales que se trataron. Allí, el doctor Carlos Seccotaro, de la Sociedad Cardiológica de Mendoza, recordó que los vinos argentinos poseen igual o mayor poder antioxidante que los de Francia o Italia, por citar sólo países de tradición en la elaboración y producción vitivinícolas, especialmente por el nivel de polifenoles que disminuyen la presencia de grasas en las arterias.

Su colega Alberto Boveris, uno de los pioneros en la investigación del tándem vino-corazón, comentó una experiencia conjunta realizada entre la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Padova (Italia), bajo las órdenes del especialista Fulvio Urisini. Las observaciones conjuntas concluyeron en lo siguiente: la ingesta de 250 centímetros cúbicos de vino (un vaso generoso) limita y previene el aumento de los hidroperóxidos oxidados del LDL (el llamado colesterol malo), dañinos para la salud de las personas en países cuyas comidas son ricas en grasas.

La especialista Susana Mosca de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) coincide en las bondades de los compuestos fenólicos del vino, y en este sentido enumera los beneficios de su incorporación a la dieta cotidiana: es antioxidante y vasodilatador de arterias, protege el músculo cardíaco y recupera la función miocárdica después de casos de isquemias. Y, fundamentalmente, se ha comprobado su efecto cardio-protector.

Lo que falta

Las sustancias antioxidantes del vino se encuentran, esencialmente, en la piel y las semillas, por eso se habla de que el vino blanco posee, siempre en términos de prevención de afecciones cardíacas, menos bondades que los tintos.

Pero esta teoría no ha sido ratificada y es uno de los campos en los que los científicos han prometido ampliar los estudios; ya que, más allá del color, las semillas y la piel, las uvas blancas son idénticas a las rojas.

Otro tanto sucede con los estudios llamados randomizados, de índole más compleja, que transitan el camino hacia la búsqueda de las verdaderas propiedades del vino. Con todo, la comunidad científica internacional y los médicos en particular, están lejos de recomendar masivamente la ingesta de vino, ya que se trata de una bebida alcohólica cuyo consumo exige racionalidad y prudencia.

No obstante, en todo el mundo se coincide cada vez más en que para los males del corazón no hay nada mejor que una copa de vino, la más sana e higiénica de las bebidas, como decía Pasteur.

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